Se aclaran las sombras interiores, el espíritu muestra sus secretos, se delinea la patria lejana, la existencia desdibujada, el ardor primigenio del manantial en el que duerme el pasado ancestral al lado de los sueños del paraíso primero. ¡Alma, sólo puedes intentar, equivocarte, buscar como ciega en las fuentes agotadas que son el despertar de los sentidos! Y te comprendo alma temerosa: ¡y no hay alimento o agua, premura o ensueño superior al de volver a tu principio! Allí en el agua eres agua, en el bosque, bosque, no hay afuera ni adentro y el aire te ve como ave y las olas como pez, eres rayo de luz en la luz, y sombra en la sombría oscuridad. Y podemos nadar, volar y caminar y con las sonrisas volver a unir las hebras quebradas. Los sonidos rotos vuelven a vibrar. No hay que buscar a los dioses porque somos los dioses. Y el mundo. Y todo lo hacemos a la vez, la muerte y la vida, la creación y la resurrección de nuestros ensueños. Y todos y cada uno de ellos son nuestros mejores sueños: las olas azules, el cielo, la noche cuajada de estrellas y el pez y la voz argentina y feliz; todos ellos son nuestros sueños, cada uno de ellos el más hermoso de todos. Apenas morimos estamos de nuevo en el mundo. Descubrimos recién la risa y ordenamos las constelaciones.
Y todas las voces son la voz materna. El susurro de los árboles es el susurro que oímos en nuestra cuna. Se abre la rosa de los caminos y todos nos devuelven al hogar.
Hermann Hesse.
PD.- Para quitarme el mal sabor de la anterior entrada....
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